Crítica Juglaresas

No es menester decir que existen buenas obras más allá de los teatros comerciales. En este caso partimos de un planteamiento sencillo: una entusiasmada muchacha nos recibe en una pequeña sala donde, con ayuda de sus otras dos compañeras, nos hará partícipes de una misa ambulante con una peculiar visión de la religión. Así es como la compañía Las Trovatrices nos presenta Juglaresas, una revisión del “Misterio Bufo” de Darío Fo cuya originalidad radica en la interposición de ágiles monólogos donde prima el humor y la interacción con el público. Su última representación será el 26 de enero en la Escalera de Jacob (C/Lavapiés, 9).


La crítica a la religión se sustenta en dos pilares. Por un lado, la degeneración del mensaje de amor que proclamó Jesucristo en su día y, por otro, el papel de la mujer en el Nuevo Testamento más allá de su labor de servidumbre. Virginia Rodríguez muestra la tristeza de una madre derrotada por la matanza de Herodes, Laura García Marín interpreta a la muerte en carne y hueso dentro de un precioso pasaje cargado de simbolismo y Sandra Gade a una derrotada virgen María preguntándose el porqué de la muerte del hijo al que dio a luz, en una emotiva escena respaldada por la danza que emocionará a más de uno.
Todas las escenas están contextualizadas por la lectura de un breve fragmento bíblico. No obstante, la diferencia entre dichos pasajes y la puesta en escena conduce a un proceso introspectivo para el propio espectador: la humanización de los personajes bíblicos. Éstos ya no se mueven por la voluntad divina sino que ahondan en su psicología sacando a relucir su rabia, sus temores y sus dilemas morales. Algo muy similar a lo que hiciera Eurípides en su teatro de las pasiones y que tanto le diferenció de Sófocles y Esquilo.

Llama la atención, además, la utilización de elementos de la sociedad de consumo dentro de la obra, que quizá representen el materialismo del que parece que la iglesia se ha revestido en los últimos tiempos. Y volviendo a la actuación, a pesar de interpretar varios personajes dentro de un mismo cuadro, las actrices tienen los recursos suficientes como para guiar la atención del público sin que la obra se torne confusa.

Escapa a la rigidez: el punto fuerte de Juglaresas es que cada representación es única, hecho favorecido por la interacción con el público, que lleva indudablemente a la improvisación. Y como colofón, un himno muy pegadizo donde queda resumido de manera astuta su propio decálogo.
Mi consejo es que, si tienen la oportunidad, aprovechen para visitar esta misa ambulante y se dejen contagiar por la palabra de fray Darío Fo. Larga vida a las Juglaresas y que les tengan en su gloria. Amén.


Por Khalid Belmar