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El pasado domingo 25 de enero el cine español volvió a vestir de etiqueta para celebrar en El Gran Teatro Caser Ruedo Las Ventas de Madrid la II Edición de Los Premios Feroz. Estos premios, para los que acaben de llegar, son los laureles cinematográficos creados por la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, considerados por muchos (los premios) la antesala de Los Premios Goya, es decir, unos Globos de Oro “a la española”. No obstante, unos ya dejaron de ser antesala de nada, teniendo nombre propio, y a los otros les queda mucho por aprender. Las comparaciones son siempre odiosas. Fuera sutilezas, lo interesante y destacable de estos galardones es que los propios miembros de la asociación -que algo de cine sabrán- ejercen de jurado mediante un proceso telemático de votaciones; algo que en principio me congratula porque permite -o al menos eso parece- a profesionales del mundo periodístico menos institucional ofrecer su opinión de lo que se cuece en el celuloide nacional.
La encargada de inaugurar, dirigir y clausurar la gala fue esta vez Bárbara Santa-Cruz (recordemos, nominada el año pasado en estos mismos premios), que recogía el testigo de una hilarante Alexandra Jiménez. Y como las comparaciones son odiosas, las vamos a hacer. Y es que nos lo pusieron en bandeja, porque en cierto momento de la gala, entre cambio y cambio de vestido, apareció de la nada Alexandra Jiménez como un Deus ex machina para salvar la forzada, “sosuna” y poco chispeante presentación -por no hablar del monólogo inaugural- de una novel Bárbara; dejando claro a todos quién llevaba la tiara. Eso sí, no faltaron los habituales dardos emponzoñados -con amor todo, claro- a la calvicie, fealdad o fracaso de alguno de los asistentes, amén de personificar al crítico de cine como el mismísimo Belcebú. En conclusión, una presentación bastante mejorable que no igualó al desternillante papel de la primerísima. Pero no sólo la presentación no igualó a la primera edición, pero todo en su momento.
Entrando ya en harina, el certamen no estuvo, previsiblemente, muy repartido; la mayoría de galardones acabaron en las manos del equipo de ‘La Isla Mínima’ (5/10 incluyendo mejor tráiler) y del de ‘Magical Girl’ (4/10 incluyendo mejor cartel). Aparentemente, y así se refiere la prensa, quien salió a hombros y por la puerta grade de Las Ventas fue Alberto Rodríguez, pero no hemos de olvidar los muchos laureles que recibió la obra de Carlos Vermut, en mi opinión, la verdadera vencedora, ya que, frente a lo esperado, el tsunami de la isla no se llevó por delante a ese necesario experimento mangaka. Dejando de lado al monopolio –más bien duopolio-, ‘Loreak’ y ‘Carmina y Amén’ salieron también del ruedo con alguna oreja y algún rabo.
No obstante, la que sí se fue a casa por la puerta de atrás fue ‘El Niño’, que no recibió por parte de la crítica ninguna estatuilla, lo cual celebro.En otro orden de cosas, como en (casi) todas las galas, hubo momentos destacables. Emotiva fue la ovación que recibió la veterana Itziar Aizpuru de parte de los asistentes al recibir la estatuilla a la mejor actriz de reparto por ‘Loreak’, la cual dedicó el premio a su familia muy emocionada. Como también hizo levantarse a los asistentes de sus sillas y butacas la aparición de Carlos Saura que recibió el ya desvelado premio Feroz Honorífico por sus casi 50 años de carrera a sus espaldas. La guinda de humor (del de verdad) la pusieron Rossy De Palma y Carlos Areces cuando ocuparon el escenario para entregar dos de los premios. Estos, agradecidamente, tuvieron su momento de gloria haciendo reír al público con sus ocurrencias al más estilo ‘Muchachada nui’. En fin, exigencias del guion, como el beso de José Coronado a Miguel Ángel Muñoz (a.k.a M.A.M).
Resumiendo, una gala rápida (casi exprés), sin mucho adorno, ni numeritos musicales de revista demodé y, eso sí, no gracias a su presentadora, muy divertida cuando el tedio de los momentos San Ildefonso lo permitía, también desenfada y en algunos momentos emotiva. Una gala en petit comite, si es que ‘la confianza da asco’. Una muestra de que el arte puede (y debe) ser serio pero divertente. Qué aprendan Los Goya, porfaplis.
Pero no todo va a ser ‘dorar la píldora’. Como asistente y miembro de la asociación en cuestión, ergo jurado, hubo ciertos detalles que, según creo, cayeron en el descuido. En uno de los momentos del monólogo inaugural se hizo referencia a Pedro Almodóvar -que como no le gusta que hablen de él…- del cual se dijo que “ya estamos plenamente consolidados: ¡Almodóvar se ha negado a venir!” Tan consolidados que se permitieron el lujo de relegar a los miembros del jurado a unos laterales, bombones en mesas de jardín, desde donde apenas se veía ni la pantalla. Como relegados a una esquina de esta zona estuvieron los nominados a mejor música original, separados del resto de nominados. Esto sí que parece tener menos sentido. Tan consolidados que, frente a la primera edición, donde se tuvo mucho más en cuenta a todos los asistentes, pareció ser una gala ‘Juan Palomo’ por y para los actores, directores y resto de celebrities. Si es por falta de espacio, yo les presto mi salón. Será por sitios en Madrid. Ya que si se quiere ser -o al menos fingir- que somos tan modernos creando categoría que están marginadas en otros premios, démosles la importancia que tienen y se merecen. Si no, pensemos en esos tráileres tan terroríficos de esas pétreas Horror films. Si es que el montaje y la música lo son (casi) todo –guiño, guiño.
Pero no quiero hacer más mala sangre, pues no querría yo que estos detalles impidieran ver el fondo, es decir, el motivo de la celebración: el arte (así en abstracto), en este caso el cine. Más cuando se puede brindar porque el cine español obtuvo en el olvidado ya 2014 la mejor taquilla de toda su historia, en parte gracias a ‘Ocho Apellidos Vascos’, manque me pese. Y eso ahora mismo es lo que más se necesita -me ahorro el discursito prohumanístico, lo juro-: celebrar el arte y el talento. Pero también hay otro motivo -este personal- por el cual brindar; celebro la irrupción de ese tipo de cine al que pertenece ‘Magical Girl’: menos correcto, arriesgado, sorprendente, ecléctico… Ingredientes que junto al equilibrio entre nuevos y consolidados actores hacen de esta pieza una obra interesante y recomendable. Así que eso, ¡qué viva el cine y que viva el arte!